martes, 13 de octubre de 2009

Estrechos son los bajeles - I

….Estrecho son los bajeles, estrecho nuestro lecho.
Inmensa la extensión de las aguas, más vasto nuestro
Imperio.
En las cerradas estancias del deseo.
Entra el Verano que viene de mar. A la mar sola
diremos
Que extranjeros fuimos en las fiestas de la ciudad,
Y que astro ascendiente de las fiestas submarinas
Vino una noche a husmear en nuestro lecho, el
lecho de lo divino.
En vano la tierra próxima nos traza su frontera.
Una misma ola por el mundo, una misma ola desde
Troya
Menea su cadera hasta nosotros. En la alta mar
muy lejos de nosotros se imprimió antaño ese soplo…
Y el rumor una noche fue grande en las estan-
cias: ¡la muerte misma, a son de caracolas, no se ha-
ría oír en ellas!
¡Amad, oh parejas, los bajeles; y la mar alta en las
estancias!
La tierra una noche lleva sus dioses, y el hombre
da caza a las bestias leonadas; las ciudades se desgas-
tan, las mujeres sueñan…Que haya siempre a
nuestra puerta
Esa alba inmensa llamada mar –selección de alas
y levantamiento de armas; amor y mar del mismo le-
cho, amor y mar en el mismo lecho-
y este diálogo aún en las cámaras.

Estrechos son los bajeles - II

"… ¡Amor, amor que tan alto tienes el grito de mi
nacimiento, que es de mar en marcha hacia la Aman-
te! Viña vendimiada sobre toda playa, beneficio de
espuma en toda carne, y canto de burbujas sobre las
arenas… ¡Homenaje, homenaje a la Vivacidad di-
vina!
Tú, el hombre ávido que me desnudas: patrón más
tranquilo que a bordo el patrón del navío. Y tanta
tela se desata, no hay más mujer que aparejada. Se
abre el Estío que vive de mar: Y mi corazón te abre
una mujer más fresca que el agua verde: semilla y
savia de dulzura, el ácido a la leche mezclado, la sal
a la sangre muy viva, y el oro y el yodo, y el sabor
también del cobre y su principio de amargura
toda la mar en mí llevada como la urna maternal…

Y sobre la playa de mi cuerpo el hombre nacido
de mar se ha tendido. Que refresque su rostro en la
fuente misma bajo las arenas; y se regocije sobre mi
era, como el dios tatuado de helecho macho…Mi
amor, ¿tienes sed? Soy mujer a tus labios más nueva
que la sed. Y mi rostro entre tus manos como en las
manos frescas del náufrago, ¡ah! Que te sea en la no-
che caliente frescor de almendra y sabor de aurora,
y conocimiento primero del fruto sobre la ribera
extranjera.
Soñé, la otra noche, islas mas verdes que el sueño…
Y los navegantes descienden a la ribera en busca
de un agua azul; ven- es el reflujo- el lecho
rehecho de las arenas chorreantes: la mar arborescente
deja allí, filtrándose, esas puras huellas capilares,
como grandes palmeras martirizadas, altas muchachas extasiadas
y llorosas que la mar acuesta con
sus taparrabos y sus trenzas desatadas.

Y estas son figuraciones del sueño. Pero tú, hombre
de frente recta, tendido en la realidad del sueño,
bebes en la propia boca redonda, y sabes su revestimiento
púnico: carne de granada y corazón de
tuna, higo de África y fruto de Asia…Frutos de la
mujer, oh mi amor, son más que frutos de mar: de
mí, ni pintada ni adornada, recibe las arras del Estío
de mar…"

Estrechos son los bajeles - III

"…En el corazón del hombre, soledad. Extraño el hombre, sin ribera, cerca de la mujer, ribereña. Y mar yo mismo a tu oriente, como tu arena de oro mezclado, que vaya yo aún y demore en tu ribera, en el desatarse muy lento

de tus anillos de arcilla –mujer que se hace y deshace con la ola que la engendra…

Y tú, más casta de estar mas desnuda, de tus solas manos vestida, no eres Virgen de los grandes fondos, Victoria de bronce o de piedra blanca que se extrae, con el ánfora, en las grandes redes cargadas de algas de los destajeros del mar; sino carne de mujer a mi rostro, calor de mujer bajo mi olfato, y mujer que prende su aroma como la llama de fuego rosa entre los dedos semicerrados.

Y como la sal está en el trigo, la mar en ti en su principio, la cosa en ti que fue de mar, te ha dado ese sabor de mujer feliz y a la que uno se acerca…

Y tu rostro está invertido, tu boca es fruto para consumir a fondo de barca en la noche. Libre mi aliento sobre tu garganta, y la crecida, por todas partes, de las capas del deseo, como en las mareas de luna próxima, cuando la tierra hembra se abre al mar salaz y flexible, ornado de burbujas hasta en sus charcas, sus pantanos, y el mar alto en la pasturanza hace ruido de noria

Y la noche está llena de eclosiones.



Oh amor mío con sabor de mar, que otros pazcan lejos de mar la égloga al fondo de valles cerrados –mentas, toronjil y meliloto, tibiezas de alisón y de orégano, y hable allí el uno de colmenas y el otro trate de rediles, y la oveja afelpada bese la tierra al pie de los muros de polen negro. En la época en que se anudan los melocotoneros y se desbrozan las vides, yo corté el nudo del cáñamo que mantiene el casco sobre su anguila, en su cuna de madera. ¡Y mi amor está en los mares! ¡Y mi quemadura está en los mares!...

Estrechos son los bajeles - IV

Estrechos son los bajeles, estrecha la alianza; y mas estrecha tu medida, oh cuerpo fiel de la Amante...
¿Y qué es ese cuerpo mismo, sino imagen y forma de bajel? Barquilla y navío, y nave votiva, hasta en su paertura mediana; industriado en forma de carena, y sobre sus curvas modelado, plegando el doble arco de marfil al gusto de las curvasnacidas del mar. ... Los ensambladores de cascos, en todo tiempo, tuvieron esa manera de ligar la quilla al juego de las cuadernas y varengas.


Bajel, mi hermoso bajel, que cede en sus cuadernas y porta la carga de una noche de hombre, me eres bajel portador de rosas.
Rompes sobre el agua cadena de ofrendas. Y henos aquí, contra la muerte, sobre los caminos de acantos negros de la mar escarlata...Inmensa el alba llamada mar, inmensa la extensión de las aguas, y sobre la tierra hecha sueño en nuestros confines violetas, ¡toda la marejada a lo lejos se levanta y se corona de jacintos como un pueblo de amantes!

No hay usurpación mas alta que en el bajel del amor.

Estrechos son los bajeles - V

”Mis dientes son puros bajo tu lengua. Pesas sobre mi corazón y gobiernas mis miembros. Patrón del lecho, oh mi amor, como el Patrón del navío. Dócil la barra a la presión del Patrón, dócil la ola en su poderío. Y es otra en mí quien gime con el aparejo... Una misma ola por el mundo, una misma ola hasta nosotros, en lo mas remoto del mundo y de su edad... Y tanto oleaje, y por doquiera, que sube e irrumpe hasta en nosotros...

¡Ah! no seas un patrón duro por el silencio y por la ausencia, ¡piloto muy hábil, amante demasiado atento! Toma, toma de mí más que don de ti mismo. Amando ¿no querrías también ser el Amado?...
Temo, y la inquietud habita bajo mi seno. A veces, el corazón del hombre a lo lejos se extravía, y bajo el arco de su ojo hay, como en los grandes arcos solitarios, ese muy grande lienzo de mar de pie en las puertas del Desierto...

Oh tú, obsedido como el mar, por cosas lejanas y mayores, te he visto, cejijunto, buscar más allá de la mujer. La noche en que navegas ¿no tendrá, pues, su isla, su ribera? ¿Quién, pues en tí siempre se aliena y se reniega?- Pero no, has sonreído, eres tú, vienes a mi rostro, con toda esa gran claridad de umbría como de un gran destino en marcha sobre las aguas (¡oh mar repentinamente herido de brillo entre sus grandes sementeras de limo verde y amarillo!) Y yo, tendida sobre mi flanco derecho, oigo latir tu sangre nómade contra mi pecho de mujer desnuda.

Estas ahí, amor mío, y lugar solo tengo en tí. Elevaré hacia tí la fuente de mi ser, y te abriré mi noche de mujer, mas clara que tu noche de hombre: y la grandeza en mí de amar te enseñará
tal vez la gracia de ser amado. ¡Licencia entonces a los juegos del cuerpo! ¡Ofrenda, ofrenda, y favor de ser! La noche te abre una mujer: su cuerpo, sus puertos, su ribera; y su noche prístina
en que yace toda memoria.
¡Amor haga de ella su guarida!

...Estrecha mi cabeza entre tus manos, estrecha mi frente ceñida de hierro. Y mi rostro comible como fruto de ultramar: el mango ovalado y amarillo, rosa fuego, que los corredores de Asia sobre losas de imperio, depositan una noche, antes de medianoche, al pie del Trono taciturno...Tu lengua es en mi boca como salvajería de mar; el sabor del cobre está en mi boca. Y nuestro alimento en la noche no es alimento de tinieblas, ni nuestro brebaje, en la noche, es bebida de cisterna.

Estrecharás el círculo de tus dedos sobre mis muñecas de amante, y mis muñecas serán, entre tus manos, como muñecas de atleta bajo su banda de cuero. Llevarás mis brazos anudados mas allá de mi frente; y uniremos así nuestras frentes, como para la realización conjunta de grandes cosas en la arena, de grandes cosas a vista de mar, y yo misma seré tu muchedumbre en la arena, entre la fauna de tus dioses.

Estrechos son los bajeles - VI

O bien, ¡libres mis brazos!...y mis manos tienen
licencia en el atelaje de tus músculos –sobre todo
ese altorrelieve de la espalda, sobre todo ese nudo mo-
vedizo de tus riñones, cuadriga en marcha de tu fuer-
za como la musculatura misma de las aguas. ¡Te loa-
ré con las manos poderío! Y tú, nobleza del flanco
viril, pared de honor y de altivez que guarda todavía,
desnuda, como la huella de la armadura.
El halcón del deseo tira de sus pihuelas de cuero.
El amor cejijunto se inclina sobre su presa. Y yo, yo
he visto mudarse tu rostro, ¡depredador! Como aconte-
ce a los rateros de ofrendas en los templos, cuan-
do cae sobre ellos la irritación divina…Tu dios
nuestro huésped de paso, Congrio salaz del deseo,
remonta en nosotros el curso de las aguas. El óbolo
de cobre está sobre mi lengua, el mar llamea en los
templos, y el amor ruge en las caracolas como el
Monarca en las salas del Consejo.
¡Amor, amor, faz extranjera! ¿Quién te abre en nos-
otros sus vías de mar? ¿Quién toma el timón, y con
qué manos?... ¡Corred a las máscaras, dioses precarios!
¡Cubrid el éxodo de los grandes mitos! El Estío, cru-
zado de otoño, rompe en las arenas recalentadas sus
huevos de bronce jaspeados de oro en que crecen los
monstruos, los héroes. Y la mar a lo lejos huele fuer-
temente a cobre y al olor del cuerpo masculino…
¡Alianza de mar es nuestro amor que sube a las Puer-
tas de Sal Roja!”

Saint John Perse.

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